domingo, 11 de diciembre de 2011

Luis el Piadoso II (serendipias francas encajadas II)


Luis volvió a encontrarse en el interior del Registro de la Propiedad Intelectual y, para su alivio, vio que tras la ventanilla 01 aun reinaba Carlos “el Grande”, se dirigió hacia él y le dijo

-Ufff, ¡gracias a Dios que le encuentro! pues solo usted podrá ayudarme nuevamente. Fíjese, la Divina Providencia ha vuelto a intervenir, justo ahora mismo, ya ve como ha empezado a llover de golpe, chuzos de punta, oiga, así de repente, ni siquiera me ha dado tiempo de guardar el folio con la oración en el portafolios, así que se ha mojado y ha cambiado su contenido. Esta lluvia tan fuerte no puede ser casual y que no me haya dado tiempo de poner a buen recaudo la oración tampoco, solo puedo pensar que Dios Nuestro Señor, ahora por su propia mano –bueno, por medio de la lluvia- ha actuado, así que tengo un dilema, no se si anular el registro anterior y registrar esta en su lugar, o bien realizar un nuevo registro, ya que doctores tiene la Iglesia que, sin duda, aclararán la situación, a buen seguro me orientaran en el obispado, pero primero debo registrar.

Carlos “el Grande” también dio gracias a Dios interiormente porque todavía estuviese Benito engullendo ananás, el lunes estaría jubilado, y sería tan inaccesible como si estuviese en la Luna…la cosa habría sido fatal, así que le dijo a Luis el Piadoso.

-No se preocupe don Luis, que voy a consultar su asunto, a ver que podemos hacer, y ahora mismo vuelvo.

Ni corto ni perezoso se dirigió al despacho de Benito con la oración modificada en mano, abrió la puerta y le expuso el caso:

-Ya ves, Benito, esto parece el eterno retorno, a este paso vamos a tener que habilitar algún sitio en la casa para don Luis. Va a ser más difícil que hacer regresar desde la Luna a la Tierra al Apolo XIII.

Benito respondió:

-Al final lo de “grande” te lo acabaran llamando por lo bobo que eres ¡vaya ideas!. Veamos, pasame el folio que te ha dado ese lunático.

La expresión de Benito iba cambiando conforme leía el nuevo contenido, alterado por los elementos o por la Divina Providencia -como estaba seguro Luis el Piadoso-, pasaba del fruncimiento de ceño a lo risueño y, al final, estalló en carcajadas.

-¡Jajajaja! –reía-

Cuando consiguió contener la risa se volvió a Carlos el Grande y, como pudo, entre estallidos esporádicos de hilaridad, le dijo:

-¡Sin duda alguna hemos de registrarlo de nuevo! prrrrffff, pero nada de en lugar de lo anterior, eso sería un lío de narices, que ya le hemos asignado hasta ISBN, lo registraremos además del anterior, así en el episcopado tendrán las dos versiones para poder comparar, lo que no haremos es cambiar de expediente lo adjuntaremos al otro, dije que me quería jubilar en el 821 y ni este don Luis, ni la lluvia, ni la Divina Providencia lo van a impedir.

-Le dices al tipo de la oración –prosiguió Benito- que lamentablemente no podemos anular el viejo registro, que eso lo debía saber la Divina Providencia, que lo que haremos es registrarlo aparte pero uniéndolo al primer expediente, que lleve ambas versiones al obispado y que allí las enseñe para que puedan discernir cual de ambas es la de inspiración divina prrrfffff ¡juas juas juas! –aquí Benito no pudo contenerse- ¡vive el Cielo que registramos también la segunda! ¡yo tendría muy claro cual es la inspirada! ¡en toda la Tierra no hay oración como esa! ¡ni en la Luna!

Carlos, con cierto asombro por la reacción de su normalmente comedido compañero, decidió no leer el contenido modificado, cosa que aun no había hecho, a fin de cuentas tenía que dar la cara en ventanilla y su prurito profesional no podía arriesgarlo a las expansiones a las que se había librado su compañero tan alegremente –nunca mejor dicho-.

Así que volvió a la ventanilla 01, donde aguardaba el piadoso Luis con santa paciencia, y le dijo.

-A ver, don Luis, lo que vamos a hacer es un nuevo registro, no podemos anular el anterior pues ya esta registrado, y eso la divina providencia debía saberlo cuando alteró el contenido, así que procedamos como antes, a ver, tomo todos los datos del anterior, hummm, sí, veamos ¿pongo la misma autoría? -preguntó levantando la mirada hacia Luis-.

Luis contestó:

-¡De ninguna manera!, en este caso no podemos, no ha sido mi mano sino la lluvia el instrumento del Señor, ahora la doble Naturaleza ya no es humana y divina sino meteorológica y divina ¿tal vez el hombre del tiempo? ¡pero hay tantos!

Carlos el Grande se estremeció, desconfiaba de las hilaridades de Benito y no quería volver a consultarle nada sobre aquel maldito expediente, que se estaba transformando en una pesadilla, e hizo algo no demasiado habitual en él: esforzarse en pensar seriamente, fue un paso de gigante para Carlos el Grande, casi tan épico como el que Neil Armstrong dio al pisar la Luna, así que le preguntó a Luis:

-¿Ha traído usted paraguas?

Algo confundido, Luis le respondió

-No ¿por qué lo pregunta?

Carlos que atisbaba una salida, aunque no fuese ortodoxa pues implicaba a terceros, se lanzó por ella, con decidida especulación nicena.

-Pues por saber si no lo ha traído por voluntad propia o porque alguien se lo haya sugerido, como indica, las previsiones del tiempo eran muy claras.

Luis pensó durante un momento y dijo:

-Pues…ahora que lo dice, ha sido mi hijo Carlos quien me ha dicho que no cogiese el paraguas, que la predicción del tiempo siempre es errónea…sí…ha sido él.

Carlos el Grande, tocayo del otro Carlos, pensó que, en efecto, la Divina Providencia le presentaba una salida, y encima de la mano de otro Carlos, no había duda –y si la había se la guardaba, era la salida ante el nuevo bucle de la autoría-, así que respondió a Luis el piadoso.

-Bien, ¡pues ya tenemos al autor don Luis!, el instrumento de la Divina Providencia no ha sido la lluvia sino su hijo Carlos, que le ha dicho, seguro que inspirado por el pneuma, como diría usted, que no se llevase el paraguas pese a las negras tormentas que agitan los aires, y contra toda lógica, tanto meteorológica como contemplativa. Como puede ver la Naturaleza sigue siendo doblemente humana y divina, piense que solo Zeus se transformó en lluvia, eso es paganismo, el Verbo o se encarna o actúa por algún mensajero ya hecho carne, pero mojarse no se moja. Su señor hijo, don Luis, es la parte humana en este asunto, el instrumento real de la alteración, así que ¿qué le parece registrar esta versión a su nombre?

-¡Perfecto! –respondió Luis- ¡completamente perfecto!, procedamos don Carlos, ¡realmente ha sido una suerte que usted no hubiese abandonado aun su ventanilla! ¡que digo suerte! ¡seguro que ha sido el pneuma!.

Así, la oración alterada, pasó a registrarse en el mismo expediente que la anterior pero, en esta ocasión, bajo la autoría del Carlos el calvo, quien no tenía la menor idea de haberse convertido, de ese modo, en instrumento de la divinidad. Podríamos decir sin faltar a la verdad que respecto a su papel Carlos el calvo estaba en la Luna, con justicia y con lógica podemos decirlo, el pobre Carlos era ajeno al viaje en el que su padre, la lluvia o la Divina Providencia acababan de embarcarle.

Aunque en cierto modo sí era instrumento de la deidad, cuando menos, de la fatalidad, pues le había aconsejado a su padre que no cogiese el paraguas debido al monumental escepticismo –cuando no desprecio.- que sentía por las ciencias, en general, y por la climatología, en particular, aun más por su vertiente meteorológica. La única ciencia que respetaba era la Teología, y eso pese a que muchos le discutiesen que dicha materia fuese, en propiedad, ciencia, a éstos, invariablemente, les decía: impíos. Incluso llegaba a afirmar que era falso el viaje del Apolo XI y que todo había sido un montaje.

Resuelto aquel dilema, ahora sí, Luis el piadoso abandonó el Registro de la Propiedad Intelectual, dejó atrás la Plaza de Barcelona, el número 8 y la ventanilla 01 y se encaminó, alegre, hacia el obispado, Como por ensalmo las nubes habían desaparecido, y lucia un Sol radiante, sin duda, pensó, el pneuma volvía a actuar.

Jorge Romero Gil 

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