sábado, 10 de diciembre de 2011

Conspiraciones lunares

Se llamaba Baldwin, George Baldwin, como el actor de Hollywood, pero no era el mismo, después de años ¡por fin tenía la prueba! tenía la cinta en sus manos, la cinta que mostraba la mayor mentira jamás urdida y jamás tragada por la humanidad.

Durante años había trabajado en la Nasa y durante años sus sospechas se habían ido alimentando, había cosas que no cuadraban y de las que no se hablaba, pero, bueno, hasta cierto punto lo había archivado en su mente en la carpeta figurada como “asuntos no resueltos” y ahí lo tenia encerrado. Pero un día, hurgando, precisamente, en los archivos, a la búsqueda de un expediente sobre un proyecto para Marte cayó una vieja y polvorienta carpeta, rezaba simplemente “desinformación” y…ahí se hablaba del montaje, como se espiaba y a quién, como se intoxicaba y como se desprestigiaba a quienes se acercaban a la certeza de ciertas cuestiones.

Aquello le abrió los ojos, también le convirtió a partir de entonces en un paria y un perseguido, de hecho ahora mismo lo perseguían los “hombres de negro”, debía escapar de ellos pues, al fin, tenía la prueba, una vez ésta fuese pública tendría la paz que no había tenido en años, dejarían de acosarle y, tal vez, hasta consiguiese reconocimiento público y rehacer su maltrecha vida.

No había sido fácil introducirse en el almacén camuflado de simple empresa privada, donde tenían la tapadera y donde guardaban, entre otras muchas cosas, la prueba que él buscaba y sabía que existía.

Se había introducido haciéndose pasar por un empleado del gas que venía a revisar la instalación, la acreditación falsa y la orden de trabajo falsa las había elaborado él mismo, primero porque no podía fiarse de nadie, segundo porque llevaba años practicando ese tipo de cosas y se había convertido en un auténtico especialista de la falsificación.

Una vez en el almacén había buscado dos cosas: la cinta de la prueba, y la cinta con todas las sospechas y que indicaba como éstas habían de descartarse achacándolo todo a “teorías de la conspiración”.

En esta última estaba todo el método que usaban los hombres de negro para esas cosas: como la irrefutable prueba de la bandera que ondea sin aire era descartada, así los hombres de negro tenían numerados sus argumentos para descartar:

1) como una bandera puede ondear sin aire

2) las peculiaridades de la bandera del Apolo XI

3) los dos mástiles de esa bandera (vertical y horizontal) la mantenían extendida

4) los propios astronautas la habían arrugado para producir un efecto visual de “bandera ondeante”

5) la bandera era de Nylon y, sin aire, mantuvo ese aspecto “ondeante”

6) cuando, en algunas imágenes filmadas, parece que la bandera se mueve sola había sido porque los astronautas la habían movido y la ausencia de aire junto a la baja gravedad provocaban que aquellos movimientos prosiguiesen más de lo que se hubiese podido esperar en un entorno de fuerza de gravedad terrestre.

7) de haber habido viento se hubiese levantado polvo del suelo.

Todo eso figuraba en la “cinta/manual”, pero al tiempo que mostraba como los “hombres de negro” recibían sus instrucciones para desactivar las sospechas…mostraba todas las sospechas. Pero esa no era la cinta importante, la importante era la otra, la que describía y filmaba todo el montaje, con sus grabaciones en estudio, la cámara, los decorados y hasta…los exteriores, allí aparecía todo, era la prueba definitiva que ni siquiera los manuales de los “hombres de negro” podrían desmontar.

Con las dos cintas en su poder intentó salir del almacén si llamar la atención, pasó por delante del vigilante y le dijo que había terminado su inspección, que todo estaba en orden (había ocultado las cintas bajo sus ropas) y que se marchaba, pero vio una mirada extraña en el vigilante y unos instantes antes había visto de reojo como éste realizaba una llamada telefónica. El vigilante intentó entretenerle con no se que papeleo, pero George se dio cuenta de sus intenciones, así que le empujó y se precipitó a la calle pero…había hecho tarde: se dio de bruces con los hombres de negro, pese a que intentó esquivarles acabaron por alcanzarlo e inmovilizarlo, eran dos, uno de ellos le dijo

-Vamos, George, se buen chico, ya se ha acabado todo, al menos por esta vez, esperemos que a partir de ahora te portes bien –pero el gesto de su cabeza, algo triste, parecía indicar que no confiaba demasiado en esto último-. Venga, no te resistas, dame las “cintas”…así, ¡ya está! ¿lo ves? no ha sido tan difícil, el vigilante las volverá a poner en su sitio.

Los hombres de negro inmovilizaron a George y lo introdujeron en uno de sus extraños vehículos con luces de colores y multitud de aparatos, no era la primera vez que pasaba aquello, pero George nunca había estado tan cerca de conseguir su objetivo ¡había tenido las pruebas en sus manos! lloró de frustración, volverían a encerrarle, pero él…no se rendiría, ¡jamás!.

El conductor se instaló tras el volante, al poco subió su compañero y cerro la puerta del vehículo, arrancaron, al poco el conductor preguntó a su acompañante.

-¿Algún problema con el tipo del video club?

-No, ninguno –respondió éste- se dio cuenta enseguida que era un chiflado, ha sido muy comprensivo, con devolver los dvd todo solucionado. ¡Jajaja! se rió, nuestro “George” le había mostrado una de sus “falsificaciones” ¡todo escrito a mano y en hojas de cuaderno cuadriculadas!, decía: “Inspector del gas” y debajo, “por favor, no sospeche de nada, esta es una inspección rutinaria!” ¡jajaja! y ¿sabes lo más bueno? el video club ni siquiera tiene gas –volvió a reir- ¡aunque hubiese sido una falsificación auténtica no hubiera colado! –cambiando momentáneamente de tema le preguntó al conductor- oye, Raúl, ¿era necesario ponerle la camisa de fuerza?, “George” no es violento cuando se le coge.

Raúl respondió

-Nunca esta de más, y en las últimas escapadas lo veo cada vez más excitado, aunque se hace el sumiso, no quiero disgustos. Oye, Miguel, ¿esta vez cuales eran las “pruebas”?

-Pues –contestó Miguel-. Una era “Falsos misterios y conspiraciones”, un documental sobre eso, la otra una “peli” americana de los años ochenta, me parece, donde se organiza un inexistente viaje a Marte, al final el protagonista sale huyendo con las pruebas y se las entrega a la prensa, la he visto varias veces, aunque ahora no recuerdo su título. “George” ha visto el cielo abierto cuando ha leído la sinopsis en la carátula del dvd.

Raúl, el conductor, comentó -¡”George”! no me extraña que se haya vuelto loco, ¡si mis padres me ponen de nombre Jorge Balduino me parece que yo también me chiflo! ¿sabes que de verdad trabajaba en la Nasa? –le dijo a Miguel-

-¡Coño! –exclamó éste- ¡no me digas! ¿en serio o te estas quedando conmigo?

-Las dos cosas –rió Raúl-, trabajaba en “Niceto, Alcalá, Sánchez, Asensi” asociados, era un bufete de abogados, “George” era un pasante. Por lo que sé el problema se le desató –lo tenía larvado- al meter un expediente en el archivo y caerse otro, ponía “DES. Información” quería decir “Detectives Expedientes Sospechosos. Información”, tenían cosas que habían averiguado para ciertos clientes, en fin, a partir de ahí el pobre “George” se montó su película. Ya lo ves –Raúl volvió a mover la cabeza con tristeza-, no es mal tipo, pero…lunático perdido.

-Sí –dijo Miguel- y encima con ese extraño daltonismo, todo lo blanco lo ve negro, también es para volverse loco, no es de extrañar que no tenga los pies en la Tierra. ¿Encendemos las luces y ponemos la sirena? –preguntó a Raúl, el enfermero que conducía la ambulancia-

-No es preciso -contestó éste-, no tenemos prisa, además, ni que fuéramos a la Luna…



Jorge Romero Gil

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