domingo, 18 de diciembre de 2011

Lotario V (serendipias francas desencajadas)


A las 21,30 Lotario ya estaba en el restaurante, se había acomodado en la barra para esperar al resto de comensales, le parecía gesto más educado que ocupar el primero un lugar en la mesa, y sostenía un Martini blanco con hielo, mientras pensaba en manchas diversas, por un lado las de aquella tarde, por otro las que podrían producirse aquella noche, en aquel momento pensaba en manchas más prosaicas y menos pasionales que las de la tarde, estaba pensando que su indumentaria era demasiado clara, cualquier pequeña salpicadura con la comida o la bebida llamarían la atención cual bombilla de alarma encendida. Sonrió para sí recordando las manchas de la tarde y aun amplió la sonrisa pensando en futuribles manchas nocturnas postcena y no precisamente de comida o bebida.

Sus anfitriones llegaron al restaurante con medidisima puntualidad germánica a las 22,00. Luis vestía traje oscuro, camisa blanca y no había perdonado a la corbata, pese al verano y a tratarse no de una reunión de negocios sino de una cena familiar: la celebración de su encuentro –ya hemos dicho que el restaurante se especializaba en celebraciones y negocios, no era una especialidad buscada pero sí adquirida, su clientela acostumbraba a realizar una cosa u otra allí-. Gisela…Gisela estaba increíble, llevaba un minivestido Dsquared rojo, sin tirantes, que mostraba sus hombros desnudos y bastante más, y, además insinuaba perfectamente aquello que no mostraba, al verla, Lotario, casi se provoca las primeras manchas de la noche –de bebida y de otras sustancias- en sus claras y caras ropas de verano.

Luis el Germánico se adelantó a saludar a Lotario –Hola Lotario- dijo, veo que ya estas aquí, te nos has adelantado –el tono era neutro, como siempre, pero lo decía con cierto reproche, ser puntual, para él, significaba no llegar antes ni después sino justo en el punto indicado, claro que era preferible no ser puntual por llegar antes que no serlo por llegar después, pero de todos modos aquello no agradaba a la precisión germánica de Luis-.

Gisela sonrió a Lotario, ahora de manera aparentemente inocente y, desde luego, importándole muy poco las precisiones que le importaban a su padre, valoró el aspecto de Lotario y pensó -¡muy bien!- igualmente se dio cuenta de la nueva reacción de Lotario ante su presencia, pese a que el traje que llevaba, más sport y con pantalones más holgados, había disimulado bastante más su homenaje a Gisela que el producido a primera hora de la tarde, eso y, también, que Lotario ahora estaba más preparado, digamos que el deslumbrante aspecto de Gisela, que lo era, ya no le pillaba tan de sopetón, no obstante, el “homenaje controlado”, se produjo por…el deslumbrante aspecto “nocturno” de Gisela, con aquel minivestido increíble. Satisfechísima, Gisela, se acercó a su “tío” y tutor académico, le planto un par de besos en las mejillas, y le saludó –“hola tío”, tu verrr que yo ir practicando lengua para perfeccionarla contigo-, la sonrisa empezó a adquirir un aire menos inocente.

Acompañados por el maitre los tres comensales fueron llevados a la mesa reservada por Luis el Germánico, era redonda, el detallista Luis la había pedido así para evitar que uno de los tres quedase cara al vacío, había sido una buena idea. El maitre preguntó si deseaban algún aperitivo mientras escogían los platos de la carta, Luis rechazó la oferta pero Gisela no, dijo:

-¿Poderrr traerme un cocktail de burbujas de melocotón y fresa?

-Por supuesto señorita –contestó el maitre-.

Luis no capto nada en absoluto en aquella petición de su hija, Lotario sí, se estremeció, sabía que aquel cocktail era un cocktail afrodisíaco. Lotario pidió otro Martini blanco , presumía que lo iba a necesitar.

Llegaron las bebidas y llegaron las cartas, Luis el Germánico se interesaba en los platos, Gisela lo hacia ver mientras iba paladeando lenta y con cara de inocencia su cocktail, a la par que lanzaba miradas nada inocentes a su “tío “ Lotario cuando éste la miraba –que era casi todo el rato- y más inocentes cuando su padre levantaba la vista de su carta y comentaba algo de un plato u otro. Gisela dijo:

-Yo tenerrrlo muy claro, quererrrr marisco, y con mucho centollo y cigala.

Luis interrogó con la mirada a Lotario, como anfitrión que era deseaba hacer el pedido al maitre cuando éste volviese. Lotario, controlándose, y retomando su escasamente tomado papel de hombre de mundo –pues Gisela llevaba constantemente la iniciativa- sonrió a Luis el Germánico y le indicó:

-Tu hija me inspira –lo que era algo más que cierto-, así que yo también pediré marisco, pero en mi caso quiero almejas, ostras y almejas.

Luis cerró su carta y manifestó su predilección por la carne, un buen solomillo poco hecho. Hizo una última llamada el maitre y cuando éste se acerco Luis desempeñó las labores de anfitrión y realizó los correspondientes pedidos, se pidió, también vino blanco y tinto dada la combinación de carne y pescado de los comensales. 



(continuará)


Jorge Romero Gil




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