lunes, 19 de diciembre de 2011

Lotario VI (serendipias francas desencajadas, durante la cena)

Llegaron los platos y durante la cena la conversación fue amable y distendida, a ratos un poco aburrida, eran los ratos en los que Luis el Germánico se lanzaba a detallar sus negocios y las vicisitudes de los mismos, en esos momentos Gisela aprovechaba para ir comiendo cigalas y centollos y, especialmente chupando con delectación –y mirando a Lotario a los ojos- ciertas partes de esos mariscos. Lotario respondía paladeando las ostras y sorbiendo almejas, sosteniendo la mirada de Gisela. Mientras Luis, ajeno a todo aquello, seguía con su cháchara que iba pasando de los negocios a Baviera y, de ahí, a la familia. Luis, en un momento dado, preguntó

-¿Y tu hermano Carlos? me dijeron que tuvo una revelación y de un día para otro entró en un monasterio-

Por primera vez en bastante tiempo Lotario prestó atención a Luis, era un tema delicado pero, por supuesto, éste no lo sabía. Lotario dijo.

-Sí, fue curioso, hace cosa ya de dos años largos, va para tres, así de repente, lo abandonó todo y se recluyó para orar. Sus oraciones me han beneficiado mucho, pues a partir de entonces conseguí ser adjunto a Cátedra y mi vida, de forma paralela a la suya aunque diferente, ha cambiado muchísimo desde entonces.

-La parte negativa –prosiguió Lotario- ha sido mi pobre padre, cayó sobre él una senilidad repentina, los médicos dicen que no es físico sino psicológico, pero el caso es que no coordina demasiado lo que dice, vaya, resulta ininteligible.

Luis el Germánico suspiró –Sí, lo que el Señor da por un lado lo quita por otro, siendo Su Voluntad inescrutable, pero no dudes que al final todo será, de un modo u otro, para bien.

Lotario no lo dudaba en lo más mínimo, para él, desde luego, había sido para bien. Gisela permanecía indiferente a esa conversación, a ella no le importaban para nada ni el padre de su “tío” Lotario, ni su otro tío Carlos, al parecer fraile, del que no tenía la menor referencia, mientras que tenía muchísimas –facilitadas por su amiga Doda- de Lotario. Pensó, al hilo de la conversación entre su padre y su “tío”, que era una suerte que a éste no le hubiese dado por meterse a monje, hubiese sido un auténtico desperdicio.

En ese momento Gisela hizo algo que hacia rato tenía ganas de hacer, llevaba unos elegantes zapatos de salón Celine, de color rojo, a juego con su vestido, eran abiertos y fáciles de quitar y poner, por eso los había escogido, ya que previamente había pensado en unas sandalias de tacón Christian Dior, igualmente de color rojo, pero se dio cuenta que las características de las sandalias presentaban serios inconvenientes a la hora de calzarse y descalzarse discretamente, y tenía la clarísima intención de hacer eso durante la cena, aún más cuando vio a su “tío” Lotario y se percato del recibimiento de éste y la renovación de sus homenajes hacia ella.

Así que Gisela se descalzó sin que ni su padre ni Lotario, que seguían charlando sobre la familia, se diesen cuenta de ello, su padre siguió sin notar el detalle, pero su “tío” no tardó en notarlo.

Gisela mantenía una expresión candorosa, pero su pie derecho comenzó a explorar la entrepierna de Lotario, que reaccionó de forma espectacular y casi inmediata, para apuro de Lotario y plena satisfacción de Gisela, que, experta y discretamente, se dedicó a masajear con su pie aquella creciente turgencia, y a comprobar como el crecimiento y la turgencia aumentaban progresivamente.

Gisela no quería nada demasiado prematuro, así que, sin apartar ni un segundo su pie de su objetivo iba, sin embargo, midiendo los tiempos y las presiones. Quien estaba en auténticos apuros era Lotario, pues cada vez le costaba más contener a su caño y evitar que no se transformase nuevamente en fuente, y, por otro lado, disimular su estado y su agitación y poder proseguir con una conversación minimamente coherente y en un tono de voz, digamos, no sospechoso –normal ya era imposible, ante las atenciones que estaba experimentando de su sobrina, quien, por otra parte, mantenía una expresión de inocencia tal que, como mínimo, le hubiese valido un Oscar a la mejor interpretación secundaria-.

Llegó un momento en el que Lotario comprendió que no podía más, así que aprovechando una de las “presiones suaves” de Gisela, le dijo a Luis.

-Disculpad, pero la vejiga me va a reventar, tengo que ir al lavabo –no era la vejiga exactamente pero por la zona andaba la cosa-.

Luis el Germánico, contra lo que era natural en él pero facilitaba las dos botellas enteras de vino blanco y tinto que se había bebido el solito, lanzó una risotada y dijo.

-¡Vaya Lotario! ¡tú en la fiesta de la cerveza no durabas un asalto! –al levantarse Lotario, comentó- ve, ve…que ya se nota que andas comprimido –pues pese a la hechura de los pantalones realmente se veía una cierta sobredimensión en esas partes, en su ingenuidad -y borrachera- Luis lo achacaba a unos problemas de aguas cuando, en realidad, obedecían a otros, más bien lácteos.

Gisela se levantó también y dijo –si no importarrr, papa, yo aprovechar para ir también a los servicios con Lotario.

Luis, algo más que achispado, rió y le dijo a Gisela -¡claro hija! ¡ve con tu tío! ¡cualquiera diría que eres alemana!

De esa manera Lotario se dirigió hacia el lavabo seguido por Gisela. Alcanzados los servicios Lotario empujó la puerta del de caballeros, Gisela no dudo un segundo y entró en pos de él, ni siquiera miro hacia la puerta de señoras. Cerraron la puerta del lavabo con pestillo y Lotario se bajó a toda prisa pantalones y calzoncillos, su miembro volvía a ser, coma aquella tarde “el” cipote, y Gisela casi imita a Laura cuando se le escapó un -¡Mein Gott!- viendo aquello, le dijo a Lotario.

-Serr una lástima desperdiciar tu homenaje a mi en la taza del baño, esperarrr un segundo liebling –tras estas palabras se agachó, se desabrocho un poco el minivestido y lo bajo ligeramente, dejando sus hermosos pechos al descubierto, sonriendo se dirigió a Lotario- es para no manchar vestido, serr muy inoportuna mancha ahora. Tú, liebling, verter tu homenaje en mi boca, sin menor problema, yo gustar mucho de beber tu homenaje…

Lotario no podía responder nada, de hecho no podía articular palabra pues notaba como toda su grifería estaba a punto de reventar. Gisela, comprensiva, abrió su boca e introdujo “el” pene en la misma, y con lengua experta –hay que reconocer que más que la de Laura, como hubiesen confirmado estudiantes y marineros de Hamburgo, y algunas otras gentes de la propia Munich- comenzó a realizar la tarea de aliviar a Lotario y éste, tras aguantar todo lo que pudo -pues quería disfrutar de las habilidades de Gisela con la lengua, que eran muchas- abrió el grifo y dio rienda suelta a lo que había contenido la grifería.

Lotario bombeaba y bombeaba y Gisela tragaba y tragaba, cuando Gisela empezaba a creer que se iba a ahogar la marea empezó a amainar y, al fin, se detuvo. Gisela se apartó, tosiendo un poco, de “el” pene, ahora algo más calmado, pese a lo cual seguía presentando armas, como Laura unas horas antes Gisela mostró su asombro y satisfacción ante eso, y volvió a decir, admirativa -¡mein Gott!-. Acarició el pene de Lotario por unos instantes, pero enseguida, riendo, le dijo.

-¡No!, liebling, esperemos al hotel, ahora tu estarrr suficientemente calmado para poder aguantar hasta allí, yo prometerte ser chica buena…hasta el hotel…Anda, ahora serrr un buen “tío” e ir con papa, que si tardar más incluso él podría sospechar…aunque…no creer, el imaginar cualquier otra cosa. Yo lavar boca, arreglarme un poquito y seguirte.

Dicho lo cual, Lotario se alzó calzoncillos y pantalones –que se habían librado de la mancha de la que no se libraron sus congéneres- y salió del lavabo en dirección al comedor. Gisela se subió y abrochó el vestido correctamente y cogiendo su bolso sacó del mismo un cepillo, un tubo de pasta de dientes y un frasco de “Listerine”, era una muchacha previsora, y, como hemos dicho, había previsto tanto sus masajes pedestres como…el resultado de los mismos, por ello iba bien equipada y había cogido su bolso al seguir a Lotario. Cruzó el pequeño pasillo y, ahora sí, entro en el lavabo de señoras.

Lotario volvió a la mesa y se disculpó ante Luis por su tardanza, éste, riendo –más que achispado estaba entrando ya en borrachera, pues había pedido otra botella de vino blanco- le dijo

-¡No te preocupes! ¿no te habrás tropezado con una guapa camarera en el lavabo? ¿eh? ¡jajajaja! –por suerte para Lotario el estado etílico de Luis impidió que éste se diese cuenta de los colores que le subían a la cara a su primo-. Al poco llegó Gisela, que, además de la higiene bucal se había retocado el maquillaje y la pintura de labios, su padre dijo -¡Cuánto tardáis las mujeres! ¡más que Lotario!- y prorrumpió nuevamente en carcajadas satisfecho con sus gracias.

La cena prosiguió y pidieron los postres, Lotario quiso un sorbete de limón –la palabra “sorber” no se le borraba de la mente desde su alivio con Gisela en el lavabo-, Luis el Germánico, tradicional pese a su etilismo, pidió un helado de chocolate belga y Gisela…un “Banana Split”, tras su petición miro a Lotario y le dedicó una esplendida sonrisa.

Salieron del restaurante y, pese a las protestas de Luis el Germánico que aseguraba no desear molestar a Lotario y coger un taxi –intención que sí realmente molestaba Lotario-, se dirigieron al coche de Lotario, una vez en él pusieron marcha al hotel donde se alojaban Luis y Gisela, el hotel era el Lorena.



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