miércoles, 21 de diciembre de 2011

Lotario VIII. Asuntos mojados


Pero en esta ocasión Lotario además de desear poseer estaba poseído, su frenesí era similar al que había experimentado y disfrutado Laura en el despacho académico de Lotario, así que bajo el chorro de la ducha agarró –termino adecuado por la contundencia que lo hizo- a Gisela y la atrajo hacia sí, sabía que “el cipote” no podía sino que iba a dar de sí y…bastante, digamos que lo notaba internamente y todas sus hormonas clamaban informándole, de manera que sin mediar palabra beso a Gisela, profundamente, casi vampíricamente, mientras lo hacia la separo de piernas y, mientras alargaba y profundizaba el beso profundizo también su pene en la vagina de Gisela, y comenzó a moverlo rítmicamente, pero no a un ritmo suave, digamos que no era un “tam-tam” inicial sino a ritmo de carga el pene se movía, dentro-fuera, dentro—fuera, sin llegar a salir y solo iba fuera para que la inercia de la entrada conllevase mayor ímpetu. Gisela había enmudecido, aunque no del todo, pues sonidos guturales surgían de su boca, le gustaba muchísimo excitar a Lotario, haberlo llevado en dos ocasiones a “homenajearla” –en cierta medida tres, si contásemos los inicios del escarceo de Lotario con Laura-, le daba muchísimo morbo provocar y controlar, aún más a un “pariente” que consideraba ampliamente atractivo, pero ahora estaba experimentando algo nuevo, algo parecido a lo que experimentó Laura, solo que para Gisela aún era más sorprendente, porque pese a que Laura antes de la liberación de sus ataduras se las había ingeniado para “permanecer virgen” –según su complicado razonamiento teológico-canónico- perdiendo completo la virginidad una y otra vez con Lotario, Gisela era un espíritu libre, ni tenía ni había tenido ataduras que romper –como las que había roto Laura, que ahora tampoco se sentía ligada por aquellos convencionalismos alrededor de los cuales había girado toda su vida-, como ya se ha dicho muchos hombres de Hamburgo y Munich le habían dado placer –tanto como a la inversa ella les había dado-, sin ir más lejos uno de los camareros del hotel también había ayudado a pasar una tarde a Gisela, en resumen tenía un instinto tan salvaje como el que tenía Laura pero jamás había estado encorsetado o reprimido, por ello mismo su “curriculum” al respecto era notable y su experiencia también.

Pese a todo eso aquel “cipote” martilleante entre sus abiertas y entregadas piernas era algo nuevo, el empuje era como el de un ariete contra las puertas de una fortaleza, solo que las puertas estaban abierta y la cabeza del ariete iba a parar al fondo del pasadizo donde..empujaba, y con cada asalto, con cada empuje, Gisela gemía y se sentía poseída –cosa que no le molestaba porque lo había deseado desde el primer momento- pero la novedad era que…se sentía dominada, agradablemente dominada, y eso la excitaba como hacia tiempo que no recordaba haberlo estado, el morbo aumentaba y la fiebre de ser tomada, completamente tomada, se apoderó de ella. Coloco sus abiertas piernas como pinzas alrededor de los muslos de Lotario, y apretó para que “el cipote” aún la apretase más a ella y el incesante repiqueteo no cesase. No habían pronunciado ni una palabra desde que Gisela entró en la ducha, ni un “liebling” ni un “querida”, nada de nada, pero tenía una explicación: ese enzarzamiento era pura, gloriosa y absolutamente animal, era un canto a los instintos de la naturaleza, sencillamente: sobraban las palabras.

Llegado el momento Lotario decidió “llenar” –así lo pensó, en la medida que era capaz de pensar- a Gisela, así que dio vía libre a la espita de su caño y como en la Gloriosa Hazaña del Cipote de Archidona el caño mano, fluía la leche hacia lo más intimo de Gisela, la potencia y la cantidad del líquido –al menos viscoso- elemento podría haberse comparado con algo cósmico, con el océano de leche primigenio de devas y asuras, o con el Yam-yub del tantra izquierdo, parecía que algo no meramente físico impulsaba el bombeo, el cipote parecía serpiente con vida propia ¿sería acaso Kundalini encarnada y manifestándose? A Gisela le importaban bien poco esas posibles reflexiones, le importaba lo que notaba, le importaba que ya se había corrido tres veces ¡solo con una penetración sin preliminares! Y le importaba que el notar que el notar como Lotario se corría en lo más profundo de ella, el notar el fluido de su semén, le proporcionaba un placer enorme y una sensación mórbida de ser dominada o domada, ella que estaba acostumbrada al papel contrario –y que, de hecho, había ejercido con Lotario hasta su encuentro en la ducha-. Ninguno de los amantes notaba el chorro de agua que caía sobre sus cuerpos mojados, mojados por el agua, por el sudor de la pasión y hasta por las feromonas si acaso éstas podían mojar, también estaban mojados los muslos de Gisela, mojados de la leche lotariana.

Gisela fue tomada del todo en aquella ducha, la de su habitación del Lorena, pero ese tomar solo era el inicio de las experiencias de aquella noche, el instinto más salvaje de Lotario se había despertado y deseaba “esclavizar” a Gisela, esclavizarla siendo consciente de que “esclavizaba” a un igual que…deseaba con deleite y con ansia desmedida ser dominada y dominar, así, a su aparente dominador. Su morbo era enorme y estaba dispuesta a todo.

Ni Lotario ni Gisela pronunciaban palabra, seguía sin hacerles falta, sus cuerpos se entendían perfectamente y sabían aquello que deseaban hacer-. Lotario acabó de “llenar” a Gisela, mientras ella aún jadeaba la cogió por el brazo salieron de la ducha, se podía seguir su rastro por la habitación por el goteo que desprendían sus cuerpos mojados, Gisela pensó que su amante la llevaba a la cama sin embargo Lotario aún no tenía intención de pasar a esa fase, quería “usar” a Gisela, aún más cuando era obvio que ésta quería ser usada, el juego no había hecho más que empezar, Lotario situó a Gisela ante la cama desnuda como estaba y de pie, agarró el cinturón de su pantalón y levantó los brazos de Gisela por encima de sus cabeza, ató las muñecas de su amante, a continuación Lotario miró en su derredor pues el cinturón solo daba para atar las muñecas de Gisela y sobrar un insuficiente trozo del mismo para los fines que tenía previstos Lotario, dejando a Gisela erguida, desnuda y maniatada fue hacia los cortinajes y arrancó la cuerda de una de las cortinas, volvió junto a Gisela, pasó la cuerda por entre sus improvisadas ligaduras y después la lanzó sobre una lámpara que señoreaba el techo de la habitación del muy caro y muy clásico hotel Lorena. Enlazada y atada, con las muñecas unidas y los brazos estirados agarrados por la cuerda a la lámpara Gisela se ofrecía a Lotario, le mantenía la mirada para dejar claro que se entregaba y que pese a aceptar ser dominada seguía siendo su igual, por lo demás Gisela, que estaba encantada con aquello, también estaba encantada pensando en las contrapartidas y libertades que se tomaría con Lotario…todo en su momento, pero ahora era el momento de disfrutar de su voluntaria esclavitud, ese era el juego de esa noche, estaba claro,

Lotario dio una vuelta alrededor de Gisela, la miro a la cara y después descendió hacia sus tetas cuyos erguidos pezones mostraban el estado de Gisela, siguió bajando la mirada hacia su liso vientre y su pubis, depilado a la brasileña. Observó sus muslos mojados como estaban, mezcla de agua, jabón y semen, después elevo la mirada hacia los atados brazos de Gisela y vio con satisfacción una perfecta depilación de las axilas, eso era una de las cosas que “ponía” a Lotario: unas axilas bien depiladas, sin decir nada dio la vuelta a la maniatada Gisela, la observó por la espalda, la melena castaña y mojada le caía hasta la cintura, siguió las perfectas líneas de su espalda, alcanzo el lugar dónde la espalda pierde su casto nombre, vaya, el culo, de redondas y perfectas proporciones, acercó su mano hacia la nuca de Gisela, tan solo la punta de un dedo, la yema, y suavemente se fue abriendo camino por su melena y bajando por su espalda, se entretuvo un poco justo a la entrada del agujero entre sus nalgas penetrándolo ligeramente con el dedo a la vez que lo acariciaba, Gisela gimió y agachó la cabeza, en su posición no veía a Lotario, solo lo sentía, pero imaginaba lo que iba a hacer con ella, Lotario sacó su dedo de esa puerta trasera del templo que era el cuerpo de Gisela, y le agarró con fuerza las nalgas, mientras lo hacia el “cipote” cual Príapo volvió a resurgir por sus fueros, acarició el culo de Gisela y a continuación le propino una fuerte palmada, Gisela entre gritó y gimió entrecortadamente, apenas dijo –“soy tuya”- cuando noto que Lotario la sodomizaba, Lotario no deseaba hacerle daño así que procedió con cuidado, deseaba esclavizarla y dominarla, pero solo como juego, a Lotario le gustaban los iguales, por eso se había empezado a cansar de la extraña mojigatez de Laura, hasta…aquella tarde en su despacho cuando descubrió a la auténtica Laura. No era la primera vez que Gisela practicaba sexo anal y eso facilitaba las cosas, Gisela gemía y seguía con la cabeza agachada, mientras sentía como era penetrada por Lotario en su culo, su amante, por su parte le agarraba las tetas y masajeaba sus pezones, así fue tomada Gisela, por la espalda y atada también fue “llenada” como lo había sido en la ducha, de su culo goteaba también el semen de Lotario, éste la beso suavemente en el cuello, acarició su culo y se situó ante ella. La miro a los ojos y los vio brillantes de placer, morbo y hasta de algo parecido a la vergüenza o el rubor, sonrió y la besó en los labios, suavemente primero y con ansia creciente después, fue debidamente correspondido por Gisela. Bajo lo lengua por su cuello, apenas rozaba con la punta, alcanzó sus senos y se demoró en los pezones, poco a poco, lamiéndolos hasta que escuchó un gemido apagado y los palpo duros en su boca, entonces siguió bajando su lengua por el liso vientre y alcanzo la ingle, allí se entretuvo besando el hermoso monte de Venus de Gisela y, después, sin prisa y después de alzar la mirada para ver la cara de la felizmente descompuesta Gisela, sonrió nuevamente, se agachó algo más, separó una de nuevo las piernas de la atada y entregada amante, aún tenía restos de esperma pero a Lotario no le importaba, se demoró con un dedo en ellos, introduciéndolos en la vagina de Gisela y, después, separó sus labios inferiores y aplicó su lengua, con la soltura y sabiduría que Lotario poseía, que, dicho sea de paso, era bastante…Lotario repitió aquella noche su ración de ostras y almejas, o, tal vez, un plato de “mar y montaña: marisco y conejo.

Cuando Lotario terminó con su labor gastronómica se alzó frente a Gisela, que permanecía atada a la lámpara, “el cipote” volvía a homenajear a la derrengada pero satisfecha Gisela. Sonrió de lado, levantó el mentón de Gisela con un par de dedos y buscó la mirada directa de sus ojos, bajo sus manos hacia las caderas de Gisela, sin deja de observarla de hito en hito, levantó y separó las piernas de Gisela hizo que rodearan sus propias piernas cual tenaza, y entonces, con esa mirada fija que no quería perder la expresión de las pupilas de Gisela, la penetró de frente entregada y maniatada, el cipote actuó, bombeaba, descargaba, bombeaba, descargaba, una, y otra, y otra vez…” en arribando al trance de la meneanza, vomitó por aquel caño tal cantidad de su hombría, y con tanta fuerza, que más parecía botella de champán, si no geiser de Islandia..” (1) Gisela noto agradecida el riego de “una lluvia jupiterina, no precisamente de oro. Aquel maná caía en pautados chaparrones, sin que pareciera que fuese a escampar nunca” (2) pero la lluvia, como toda tormenta, aún tempestad, amainó y cesó, Gisela volvió a apoyar las piernas en el suelo de la habitación, casi temblando, mientras jadeaba, Lotario se apartó ligeramente de ella, volvió a buscar sus pupilas, éstas estaban brillantes y dilatadas, y tras cruzar y sostener su mirada con la de Lotario, agachó poco a poco la cabeza, aparentemente sumisa…en absoluto sumisa, todo era parte de un juego entre iguales, juego que Gisela deseaba tanto como Lotario,

Lotario desató a Gisela de la cuerda que la mantenía erguida y sostenida por la lámpara –que, por cierto, había demostrado notable resistencia-, pero no quitó el cinturón que ataba sus manos, aunque…la observó meditativo, Gisela seguía el juego de dominación y aceptaba el papel de dominada, finalmente desató sus manos pero…solo para colocarlas a la espalda y atarla así, la cogió por los hombros e hizo que se agachase hasta su miembro, que seguía erecto, Gisela exclamó un entre asombrado y apagado –“¡Mein Gott!”-, Lotario acercó su pene a la boca de Gisela, ésta la abrió para recibirlo y se reprodujo la escena que ya habían protagonizado en el lavabo del restaurante Verdún, eso sí, con menos prisa, más pausas, y más tiempos medidos, pero el resultado fue el mismo, una Gisela que casi se atragantaba y que apenas podía creer en semejante flujo y un Lotario que, literalmente, soltaba todo el lastre que tenía.

Por último Gisela se levantó y se dio la vuelta para que Lotario la desatase, con las manos ya libres sonrió y dijo cariñosamente “liebling”, rodeo con sus brazos el cuello de Lotario y besó su boca larga y suavemente, después, con su desnudez gloriosa se dirigió a su cama y entró en ella, mirando a Lotario dio un par de golpecitos al colchón junto a su lado, para indicar a su amante que ocupase un lugar junto a ella en su cama, Lotario no se hizo de rogar y entre las sabanas de Gisela la abrazó y se entregaron a juegos de caricias, aunque la pasión ya se había desbordado –nunca mejor dicho- los rescoldos aún quedaban, así que Lotario y Gisela volvieron a tomarse mutua y, ahora suavemente, Cuando por fin acabaron una Gisela agotada, feliz y casi dormida, se volvió un momento hacia su amante, mordisqueo el lóbulo de su oreja y susurró en su oído, mañana, Lotario, sabrás tú lo que es ser dominado. Sonrió levemente y se quedó dormida apoyada en el hombro de su “tío Lotario”. Este tampoco tardó demasiado en sumirse en un sueño feliz, que estaría preñado de escenas eróticas, pero antes de caer en los brazos de Morfeo tuvo tiempo de estremecerse de gusto anticipando los placeres, sin duda especiales, que anticipaban lo que había sido una promesa en firme de Gisela.

Así ambos amantes cayeron en un sueño profundo uno en brazos de otro, felices y extenuados, ignorando que hacía horas, -e incluso días si incluimos el tiempo de planificación- y a bastantes kilómetros de distancia se habían puesto en marcha ciertos acontecimientos que les afectarían –aunque no negativamente-. Y es que Carlos el Calvo, el involuntaria e injustamente exiliado hermano de Lotario, se había puesto en marcha…y era un Carlos que poco o nada tenía que ver con el que había conocido Lotario…

Notas 1 y 2: Camilo José Cela, ”La insólita y gloriosa hazaña del cipote de Archidona


Jorge Romero Gil

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